Los pescadores más ancianos recuerdan otros tiempos en que nuestra costa (mediterranea) proporcionava una gran variedad y cantidad de pescado, marisco, crustáceos, etc. Sólo hay que mirar recetarios tradicionales para ver como nuestros arroces se acompañaban de mil y un productos marinos, mientras hoy los cuatro mejillones y las cuatro almejas que llevan son de importación y de cultivo. Este mismo panorama lo ratifican todas las pescaderias, no sólo de nuestra comarca (del Garraf) sino de todo el mediterráneo, ja que el 80 % del pescado que en ellas se vende proviene del estranjero.
El estado español es uno de los más grandes consumidores de pescado y este consumo cada año va en aumento. La tecnología que utlizan los pescadores es cada vez más sofisticada; motores de gran potencia, satélites, radares para localizar bancos de pescados, hacen que pocos peces ( comerciales o no, grandes o pequeños) se escapen de sus redes. La sobrepesca es un problema que ha provocado que numerosas especies hoy estén en estado grave de extinción. Una de estas variedades es el atún, pero tampoco se escapan el rape, la merluza y por supuesto el bacalao; por lo que cuanto más popular es una especie, más riesgo padece de ser extinguida. Mientras los japoneses se llevan nuestros atunes hacia los mercados de Tokio, nuestros empresarios del norte nos traen merluza de Namibia, o como hemos visto en la prensa últimamente, atún de las costas de Somalia. Lo sorprendente es lo barato que nos cuesta ese atún, ya que en su precio deberíamos añadir los costes que nos supone enviar militares para proteger todos esos barcos.
Pero ya sólo faltaba que pudieran engorda en grandes peceras los atunes que capturan, ya que para ello utilizan la caballa, uno de los pocos pescados baratos que nos quedan.
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